Alejandra impacta desde el primer momento cuando, al presentarse, manifiesta: “yo soy una conservacionista que usa al diseño textil como vehículo para hacer un mundo más justo para todas las formas de vida que lo habitan”. La creadora de Cubreme es una artista, docente y activista con la determinación de quien cree en lo que dice y hace.
¿Podrías ampliar la frase que usas para presentarte?
Creo que toda mi vida ha sido atravesada por una gran sensibilidad hacia la naturaleza. El primer impacto fue la fragilidad que veía en los animales ante el poder desmedido que tenía un cazador, una persona armada. Mi papá cazaba, y yo, a mis seis años, no podía entenderlo ni soportarlo. Esos son los primeros vínculos movilizantes que recuerdo, y supongo que me dejaron esa sensación y ese mandato de defender o proteger a quienes no pueden hacerlo por sí mismos. Con el tiempo fui afinando la mirada sobre el ambiente, sobre el impacto negativo que podemos tener sobre él y comencé a pensar en lo que podía hacer para evitarlo.
¿Hubo alguna persona que te guiara en ese camino?
De pequeña tuve una gran influencia de mi madre que, si bien carecía de una educación formal, tenía una visión del mundo muy adelantada a su época. Ella nos enseñaba a reciclar, nos explicaba la importancia de cuidar a la naturaleza, de su valor intrínseco y su fragilidad…tuve la suerte de criarme con esta mujer que tenía unos valores increíbles. Ella también me fue marcando el camino respecto al diseño, siempre me decía que “menos es más”…y ese concepto me ha acompañado siempre. La simplicidad es la mayor de las sofisticaciones.
A los 20 años, conocí a Gui Cereceda que compartió conmigo por muchos años todos esos valores. Él se había formado en diseño industrial con una influencia muy fuerte del minimalismo y me ayudó a desarrollarme y a seguir puliendo una mirada muy purista del diseño, de la economía de los materiales
¿Cómo llegan las fibras naturales al concepto artístico y de diseño que empezabas a trazar?
Siempre me llamó la atención el camino de las fibras, como llegaban desde su producción primaria a terminar siendo parte de una pieza textil. Fui descubriendo que los primeros eslabones de esa cadena de valor eran los más desfavorecidos, los más exigidos y peor remunerados. En Argentina, había dos lugares que destacaban por su producción de fibras naturales, el Chaco y la Patagonia, y veía que dentro de la cadena productiva los primeros eslabones estaban muy aislados, nadie conocía el origen de los materiales que usaba. Al mismo tiempo, en el mundo se empezaba a hablar de trazabilidad, de la importancia de conocer la cuna de ese proceso productivo. Pensé que, si me involucraba, si ayudaba a empoderar a ese primer eslabón, y darle el lugar que se merece en la cadena, tal vez así podría ayudar a resolver el problema, a desarrollar un primer eslabón que se valorice, con mayores capacidades, que promueva el arraigo de los jóvenes, que mejore las condiciones de vida de los responsables de la producción de fibras que, a su vez, son quienes están en contacto íntimo con la fauna, con el ambiente que queremos conservar. Tener una mirada a largo plazo es fundamental para esto, el crecimiento de cualquiera de los eslabones de la cadena productiva textil tiene que ir de la mano con lo que el ambiente puede soportar, pero el esquema que propone, o proponía, la industria suele ser devastador… Necesitamos un modelo productivo con una mirada holística, un modelo de carácter sistémico, entendiendo que cada pieza de esa cadena tiene un punto justo en el circuito productivo, y que para que funcione hay que respetar los tiempos de ese circuito.
Lo que busco en mis clientes es que se sientan parte de una cadena de valor, contarles de dónde viene esa prenda, esas fibras, como se producen, como se respeta el lugar, a su gente y a su fauna.
¿Cómo desarrollaste tu estilo dentro del diseño textil?
Soy autodidacta y, a su vez, soy la fusión del estilo de mi madre y la vanguardia de Gui. Mi madre, sin saberlo, era una exquisita a la hora del diseño. Ella creaba sus propias prendas, con una sobriedad y una elegancia increíbles, a pesar de venir de un ambiente muy humilde. Ella ya pensaba en el valor del diseño y la perdurabilidad de las prendas, tenía una visión de la sustentabilidad, sin saberlo, muy adelantada para la época. Y mi Gui, viniendo del diseño industrial minimalista y la Bauhaus, me terminó de formar. Entiendo que Cubreme es el resultado de esas dos grandes influencias. Mi ojo se formó y agudizó con esa mirada. Todo lo que diseño tiene que ser atemporal, versátil, simple y perdurable. Tenemos (los diseñadores) que estar al servicio de los materiales que extraemos de la naturaleza, maximizar la utilización de esa pieza textil. La “e” invertida de Cubreme habla de un retorno, de volver al equilibrio ambiental, a la equidad social y a la ética comercial. Esto no es algo nuevo, existió, y lo que propongo es volver a pensar en ello.
Tuve la suerte de ir encontrando en la búsqueda del modelo productivo a otras personas muy importantes dentro de la industria que me enseñaron muchísimo. Me instalé durante un tiempo en Alta Gracia, Córdoba, donde aprendí mucho con Eduardo Frank sobre camélidos sudamericanos. Luego tuve la suerte de trabajar con Oscar Adot, un ingeniero textil, que fue un gran guía en cuestiones como acabado de telas, hilados, títulos, torsiones. Roberto Marrese me abrió las puertas de su hilandería y compartió conmigo todos sus conocimientos, ahí pude apreciar todo el proceso y el detalle que hay detrás de la elaboración de hilados que son el alma de cada pieza.
¿Cómo nos ves como sociedad, respecto a la información que tenemos disponible sobre lo que consumimos y la importancia que le damos a esa información al momento de tomar una decisión de que comprar, de cómo vestirnos?
Pienso que son muchos años de una tremenda manipulación de la información por parte de la industria textil, para que no pensemos demasiado, para que no profundicemos ni nos preocupemos por los procesos productivos de esta industria. Y por eso se comenzó a banalizar la moda, a restarle importancia al mensaje y al proceso, ocultando la realidad de esclavitud, devastación de recursos y contaminación que muchas veces venía de la mano del modelo consumista de los años 70 y 80.
Pero por suerte hay un despertar, un cambio en el paradigma de un modelo que se está agotando, y que muchos ya han empezado a dejar de lado. Y es un cambio casi en simultáneo con otras formas de consumo, no sólo en el rubro textil.
Pienso que la palabra clave es “cuidado”, porque no vamos a dejar de consumir, necesitamos consumir para vivir, pero podemos prestar atención, podemos elegir. Es un gran trabajo que tenemos que hacer como individuos y como sociedad: transitar la incomodidad.
Estos cambios que planteas muchas veces parecen algo de nicho, de unos pocos que tienen la posibilidad de ponerse a pensar y actuar en consecuencia. ¿Qué debería pasar para que estas ideas se masifiquen, para que más gente tenga más acceso a productos de origen noble, cuidado?
La comunicación es muy importante, es fundamental mostrar la historia detrás de lo que hacemos. Cuando se piensa que la ropa es barata…alguien está pagando ese precio, el planeta está pagando ese precio. Es complejo porque venimos de muchos años de un modelo en el que la propuesta es comprar mucho y barato, descuidando el verdadero valor de las materias primas y el trabajo humano. Pero lo veo, la gente joven está cambiando radicalmente su forma de consumir, para bien. Se le está dando valor a esa prenda especial, he visto muchos jóvenes comprando ropa usada, ropa con historia, y eso también ayuda a que la extracción de recursos sea más consciente, no tan devastadora. Hay mucho potencial en la juventud, entienden el impacto de su consumo y se esfuerzan por consumir responsablemente.
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